IV

Al entrar al baño me encuentro con Luis sentado en su silla,  abrazado al palo del escurridor de pisos; mientras me mira entrar de reojo, da la última pitada al cigarrillo y luego lo arroja a un inodoro con notable puntería; luego lleva el brazo hacia la mesada y baja un poco el volumen de la radio.

_Buen día, Luis, cómo le va?

_Hola, acá andamos…

Cruzo el baño en dirección a la pared posterior, me ubico frente al último mingitorio y mis ojos buscan automáticamente el cielo raso.

_Qué hora será? Sabés? –escucho a mis espaldas.

_Cerca de las nueve, creo…

_Ahh, está bien… recién venis?

_Ajá…

_Y está lindo afuera?

Termino, me acomodo, y giro con las manos en alto, como si alguien estuviera apuntándome con un revólver.

Mientras camino al lavatorio le contesto

_Sí, está lindo Luis –tomo algo de jabón y comienzo a lavarme las manos. Lo miro a través del espejo y lo veo con el ceño fruncido; tiene la mirada oscura, y un mal semblante.

Me alcanza un papel para secarme las manos como un autómata

_Me acompañasa fumar un pucho? –lo invito señalando la puerta con mi cabeza

_No – dejame- no quiero ver a nadie

_Es que no hay nadie, Luis, estoy yo, y Chiquito en la barra…

_No, dejame tranquilo, no quiero ver gente.

Hago un bollo con el papel húmedo y lo arrojo al tacho de basura, pero pega en el borde y cae al piso.

_Ja! –exclama Luis y se reacomoda en la silla – levantalo, eh!- agrega.

Me acerco al tacho de basura, tomo el papel, y lo dejo caer en el cesto.

_Dele, vamos a fumar un cigarrillo!

_Dejame, no me rompas vos también – y su brazo se acerca  nuevamente a la radio ahora para subir el volumen.

Camino hacia la puerta y al salir suelto

_Viejo puto…

La puerta se cierra a mis espaldas, pero alcanzo a escuchar su respuesta

_Mirá que te escuché pendejo de mierda!

Me río.

Todos los días la misma historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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